Los educadores pueden usar la tendencia natural de los adolescentes a tomar riesgos para que prueben actividades nuevas y diferentes en la sala de clases.

Cierra los ojos e imagina que eres un adolescente. ¿Qué querrías de tus profesores? ¿Qué lecciones te inspirarían y te harían amar aprender?

Cada estudiante tiene la capacidad de crecer y mejorar, pero los profesores deben considerar de dónde proviene, quién es el estudiante y cómo piensa para fomentar el conocimiento y las habilidades que son tan esenciales para el aprendizaje de los adolescentes. En nuestros esfuerzos por convertirnos en mejores maestros, es esencial reconsiderar cómo abordamos el trabajo de enseñar a los jóvenes.

La investigación de disciplinas como la neurociencia, la biología y la psicología, proporciona información que puede informar mejor cómo educamos a los adolescentes, especialmente a aquellos que también enfrentan desafíos en sus entornos culturales y sociales.

Y es que, según estas investigaciones, la adolescencia es un momento crucial para el aprendizaje, ya que representa un segundo período de mayor plasticidad cerebral. Es un momento importante para que los estudiantes se involucren en experiencias de aprendizaje rigurosas y, si están atrasados, se pongan al día académicamente. Las atractivas oportunidades de aprendizaje que puedas promover en el aula ayudan a activar las redes neuronales asociadas con el pensamiento de orden superior y promueven la memoria, la cognición y el aprendizaje socioemocional.

Los profesores pueden involucrar a los adolescentes en actividades que requieren una reflexión profunda sobre sus vidas, sus experiencias y su comunidad. Pueden ayudar a los adolescentes a explorar valores e intereses sociales, y pueden fomentar conductas de riesgo positivas. Esto podría significar permitir que los adolescentes exploren, dentro y fuera del aula diversas actividades sociales y pasatiempos. Con el apoyo de un docente, pueden usar esa información en conversaciones sobre sus aspiraciones y planes para sus vidas.

Los educadores pueden usar la tendencia natural de los adolescentes a correr riesgos para que prueben actividades nuevas y diferentes, incluidos los deportes, las artes, temas culturales y experiencias lingüísticas.

Cuando los padres, educadores y otros adultos entienden cómo aprenden y se desarrollan los estudiantes, pueden aprovechar lo mejor de lo que la adolescencia tiene para ofrecer y actuar de manera proactiva para garantizar que más estudiantes de poblaciones marginadas se gradúen, preparados para afrontar los desafíos de la vida y aprovechar sus oportunidades.

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