Mar Romero, presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci -que es maestra, pedagoga, psicopedagoga, especialista en inteligencia emocional y autora del modelo Educar con tres Cs: capacidades, competencias y corazón – lo que más le gusta es que le digan “seño”. De hecho, se lee así en la tarjeta personal, bajo el nombre de M. del Mar Romera Morón. Entre las numerosas ponencias que ofrece, Mar Romera hizo parada en Palma el pasado fin de semana para ofrecer de la mano de Integratek un curso sobre inteligencia emocional, el entrenamiento de la cual considera de urgente arraigo en el sistema educativo.
Mar Romera dice que la inteligencia emocional debe entrenarse y que, además, es modificable a lo largo de toda la vida.
En los últimos tiempos se reivindica la preeminencia de la inteligencia emocional por delante de la cognitiva. ¿Hasta qué punto desarrollamos esta inteligencia emocional?
Yo diría que, desde 1990, se juntan los dos conceptos. Antes sólo se reivindicaba el coeficiente intelectual (CI) porque se pensaba que las emociones no debían intervenir en el desarrollo de la inteligencia. Hoy se sabe que, como dijo Roberto Aguado, “la emoción decide y la razón justifica”. Y es así. Si la inteligencia emocional se puede definir como la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar los estados emocionales propios y los de los demás, debemos decir que es con las emociones que se domina el mundo. También son las que deciden la guerra.
¿Cómo se educa en las emociones?
La mayoría de nosotros nos hemos educado en la cultura judeocristiana, que nos ha llevado a pensar que las emociones se deben llevar en la intimidad y a puerta cerrada. Es un grave error. Hemos apartado la muerte de nuestras casas, no hay juegos en la calle, expresamos poco nuestras emociones, así que desgraciadamente acabamos viviendo las emociones de los demás. Las buscamos en las televisiones, en programas que ponen sobre la mesa las intimidades ajenas. Y las emociones deben entrenar tanto como se entrena un músculo. Si no lo hacemos nos convertimos en una especie de espectro autista. Pensad que las emociones son química: o las entrenamos o necesitamos sustancias químicas para potenciarlas. Esto cuando, encima, la sociedad nos ha vendido que debemos ser felices.
¿Este entrenamiento de la inteligencia emocional debería ser materia de estudio?
Daniel Goleman afirma que si la inteligencia emocional se viviera en la calle, no la tendríamos que dejar entrar en la escuela. Pero la escuela está pensada para dar lo que no se da de manera natural. Así que hay que introducirla desde pequeños y que forme parte del desarrollo personal. La vida es un proceso de pérdidas y ganancias, y esto quiere decir que lo es también de toma de decisiones. Ya de niños hay que entrenar para estas vivencias. Sobreprotegemos a los niños y es urgente darles todo lo que es bueno, pero también lo que es malo. Los niños deben aprender a vivir, a equivocarse y a fracasar. Y este aprendizaje se debe incluir en la escuela de manera planificada y profesional. El sistema educativo no puede permitirse ni humillar ni segregar un solo niño.
¿Cuáles son las carencias de la escuela en este sentido?
Hay carencias tanto a nivel del entrenamiento de la inteligencia emocional intrapersonal, esto es el autocontrol y la autoestima, entre otros, como a nivel interpersonal. No incidimos en la enseñanza de las habilidades sociales, de la comunicación, de la escucha, de la empatía o de la resolución de conflictos. Antes estas habilidades sociales nos venían dadas como imperativos; ahora afortunadamente no es así, pero no se enseñan. Y el problema no es sólo en la escuela. No puede ser que el niño diga “Mamá (o papá), el juguete se ha roto”. No dice “Lo he roto”, y además muchas veces le decimos que ya compraremos otro. Son los otros los que resuelven los problemas de los niños, cuando deberíamos capacitar en la toma de decisiones, darles cobertura y participación, además de hacer que se responsabilicen de las consecuencias de sus actos. Y no hablo de valores.
¿Dónde quedan, pues, los valores?
Los sentimientos apoyan en las emociones, y los valores, en los sentimientos. Así pues, debemos generar la emoción, después el sentimiento y finalmente el valor. Por otra parte, hay que pensar que las emociones no son buenas ni malas, son agradables o desagradables y, en todo caso, todas son necesarias y adaptativas.
¿Qué beneficios notaríamos si se trabajara la inteligencia emocional?
Aguado añadió tres plataformas emocionales a las consideradas básicas. Sumó la admiración, la seguridad y la curiosidad, que me atrevería a decir que son las únicas a partir de las cuales se puede aprender. Es más, si el docente trabajara mucho para obtener la admiración, el sistema educativo podría dejar de fracasar. La seguridad rompería con el actual sistema de evaluación, que etiqueta y destruye. El niño debe sentirse seguro para preguntar, no para contestar. Sólo aprende el que pide, y aquí ya hablamos de la importancia de entrenar la curiosidad.
¿Qué hay del coeficiente intelectual que daba tantos dolores de cabeza?
Tengo una gran noticia al respecto. Si me apoyo en el concepto inteligencia múltiple de Gardner, resulta que está estudiado que el CI es prácticamente inamovible después de los 18 años. En cambio, el coeficiente emocional (CE) es modificable toda la vida con entrenamiento.